El diario granadino EL CORREO (1913-1934), fué fundado por quien fuera su Director, Carlos Rocha Avellán y es sobre todo recordado por haber dado acogida a las publicaciones literarias del Movimiento de Vanguardia, "Rincón de Vanguardia" y "Página de Vanguardia", a cargo de Pablo Antonio Cuadra Cardenal y Octavio Rocha Bustamante, hijo éste último de don Carlos y padre de Luis Rocha Urtecho, quien, junto con su nieto Luis Javier Espinoza Rocha, retoman hoy "El Correo Nicaragüense"; un blog pluralista, que agradece la reproducción de su contenido.

martes, 21 de mayo de 2013

El salvataje financiero del INSS es posible

Néstor Avendaño, economista

El profesor John Maynard Keynes sentenció que “Cuando piensas que va a suceder lo inevitable, surge lo imprevisto". Sin embargo la improvisación del profesor de economía inglés no surgirá en nuestro país, cuando las autoridades públicas coordinen el consenso de las ideas entre trabajadores y empresarios sobre cómo evitar la quiebra financiera técnica del Instituto Nicaragüense de Seguridad Social, que ha sido pronosticada para el año 2021.

El 22 de julio 2004 escribí un artículo económico, publicado en ese entonces por uno los diarios de mayor circulación del país, que intitulé “Es el mercado laboral, banqueros”, cuando, con la presión del Fondo Monetario Internacional (FMI), el poder político en el poder, que estaba rodeado y grandemente influenciado por banqueros, trató de privatizar la administración de los fondos de pensiones de seguridad social a través del establecimiento de varias entidades Administradoras de Fondos de Pensiones (AFP), y cada una de ellas unida con un cordón umbilical a una entidad bancaria del país.

Ese intento fracasó con las cuantiosas inversiones que hicieron ciertos bancos para iniciar el nuevo negocio financiero rentable de administrar los fondos de pensiones de seguridad social, que también los proveería de una gran liquidez en cada mes. Y fracasó porque para los economistas era evidente el problema estructural del mercado laboral, porque en 2001, de acuerdo con datos oficiales, el promedio de escolaridad de los nicaragüenses era 5.1 años, el 50% de los ocupados era asalariado, y el 66.1% de las empresas no contaban con un registro contable sencillo y caracterizadas por puestos de trabajo precarios con una baja productividad económica. En 2003, año, en que fracasó ese intento, los servicios de la seguridad social apenas cubrían al 15.5% de la población económicamente activa.

Ese fracaso nos dio una gran lección: no seguir negociando el bienestar social de los nicaragüenses en conversaciones clandestinas entre técnicos de instituciones  internacionales y funcionarios públicos, que no gozaban de un pleno respaldo de la sociedad civil. Ahora ante la quiebra inminente del INSS a inicios de la próxima década, se han alzado algunas  voces, unas con una gran autoridad y otras, con grandes aversiones a su aceptación.

El problema estructural del mercado laboral no se ha reducido en los últimos 11 años; al contrario, al mirar los datos laborales de 2012 se puede confirmar que ese problema ha crecido, porque la informalidad, es decir, el porcentaje de las empresas que no tienen un registro contable simple –y por ello no pagan impuestos directos ni contribuyen a la seguridad social- se elevó casi 10 puntos porcentuales hasta 76.2%, mientras que el 23% de los ocupados trabajan menos de 8 horas diarias, tal como lo manda nuestro Código Laboral, el 29% de los ocupados devenga un salario mensual menor que el salario mínimo legal, lo cual es prohibido por la ley; y el 18% de los ocupados activos, o sea, el 17% de la población económicamente activa, cotiza la seguridad social.  

El Presidente del Consejo Superior de la Empresa Privada (COSEP), José Adán Aguerri, ha señalado atinadamente que “cualquiera que sea la respuesta que se va a negociar tiene que ser una respuesta de costos compartidos”; en otras palabras, todos los agentes económicos, trabajadores, Estado y empresarios tienen la obligación de compartir los costos del rescate del INSS. Es obvio que el líder empresarial ha tomado en cuenta que las condiciones estructurales del mercado laboral se han empeorado, por lo cual cualquier artificio financiero que se aplique en función de salvar de la quiebra técnica al INSS será, como en 2013, un gran fracaso. Sin embargo, como lo afirmé a mediados del año pasado, la reforma del INSS debe ser hecha por nicaragüenses y sin la intromisión de instituciones y personas foráneas.

Con la libertad de expresión que existe en nuestro país, hasta los presuntos delincuentes pueden opinar sobre nuestros problemas. Eduardo Montealegre, que se ha escudado en la inmunidad que le confiere el cargo de diputado para desacatar dos mandatos judiciales y evadir la Justicia de nuestro país, dijo que advirtió este problema al gobierno hace varias semanas y que el salvataje financiero del INSS “fundamentalmente pasa por enfrentar la deuda del INSS de la misma manera que se enfrentó el problema de los confiscados”. Esa opción del banquero y diputado, que no muestra distancia en absoluto con las entidades financieras, también conduciría de nuevo al nuevo al fracaso la operación de salvar financieramente al INSS, porque el paso fundamental no es pagar deuda con bonos del Tesoro que al final sean redimidos por algunos grupos financieros, sino con una efectiva propuesta de políticas públicas que tiendan a resolver el problema estructural del mercado laboral antes planteado.

Pagar la deuda tanto pública como privada a favor del INSS no resuelve su problema financiero, que es tan estructural como lo es nuestro mercado laboral, mejor dicho nuestro modelo económico, un modelo que no genera pobreza sino que funciona sobre la pobreza. Salvar al INSS significa salvar la economía de Nicaragua de su baja productividad, salvar a las empresas de su baja competitividad y salvar a nuestra población de su baja escolaridad.

Por consiguiente, se necesita la promoción de tecnología para ese 80% de las empresas que no pueden comprarla; la concesión de crédito y tecnología a través de una banca de fomento de la producción, que no existe en nuestro país; una mejor educación primaria, secundaria y técnica media y superior, para rescatar la productividad laboral; un gasto público eficiente en el mantenimiento y la ampliación de la infraestructura económica, que atraiga y estimule la inversión privada; el establecimiento de una política financiera eficaz coordinada desde la autoridad monetaria, que no se concentre exclusivamente en las necesidades de capital de trabajo sino en el financiamiento de una cartera de inversión privada que responda a una estrategia de crecimiento y desarrollo económico nacional, que también requiere ser fortalecida con un consenso nacional, así como lo demanda la solución del problema financiero del INSS.
      
Se necesita, pues, discutir y aprobar una gran cantidad de políticas públicas, que implicaría en gran parte, devolver al Estado gran parte de los instrumentos que le quitaron con las reformas estructurales implementadas a partir de 1994 bajo el paraguas del así llamado Consenso de Washington, que fue enterrado en la Cumbre del G 7 en Seúl en 2010. Entre esas políticas, se destaca el restablecimiento de la banca estatal de desarrollo, cuya necesidad es evidente en Nicaragua, pero el gran reto para dichas políticas públicas nacional se presenta con 1 millón 772 mil personas que tienen dificultades para encontrar un empleo en nuestro mercado laboral.

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